
El dolor crónico se asocia con un importante sufrimiento emocional. Y, a su vez, los niveles de depresión y ansiedad alteran la percepción del dolor, haciéndola más intensa o difícil de soportar.
El dolor crónico está asociado a numerosos síntomas psicopatológicos como son la ansiedad, la depresión, el insomnio y las dificultades en las relaciones sociales.
Cuando una persona vive con dolor crónico, experimenta una situación de estrés crónico. Si el dolor persiste por tiempo prolongado y con elevada intensidad, puede aparecer el miedo al movimiento o kinesiofobia, por lo que se abandonan actividades cotidianas que podrían ayudar a disminuir el estrés psicológico y aportarían a los músculos fuerza y flexibilidad.
Existe una relación interactiva entre la intensidad de la sensación dolorosa, el malestar provocado por el dolor y las emociones asociadas con la rumiación sobre el dolor y sus consecuencias futuras.
Estrategias de afrontamiento basadas en el catastrofismo, predicen una mala adaptación ante el dolor. Así como la actitud de indefensión o desamparo contribuyen negativamente generando miedo y afrontamiento pasivo, que se asocia con mayor nivel de dolor, peor funcionamiento y estado de ánimo negativo.
Por el contrario, la aceptación del dolor se ha asociado con menos dolor, sufrimiento emocional y mayor bienestar psicológico.
Dolor + Resistencia = Sufrimiento
“Todo lo que se resiste, persiste”
Todo ello implica que las estrategias cognitivas y emocionales juegan un papel importante en la experiencia global de dolor crónico.
Algunas estrategias terapéuticas que se trabajan desde la psicología en el abordaje del dolor crónico tienen que ver con:
- Dar información sobre la interacción cogniciones-emociones-dolor.
- Promover una estrategia de afrontamiento de aceptación activa frente a actitudes de rabia e indefensión.
- Trabajar con la conexión mente-cuerpo estableciendo una forma amable de relación con él, encontrando un lugar seguro dentro del mismo que provoque sentimientos de calma y de protección.
- Ayudar a construir el significado del dolor en la vida del paciente.
- Animar a realizar ejercicio físico fomentando sensaciones de dominio y conexión.
- Trabajar con la familia como colaboradora del paciente en el alivio de su dolor y en las metas de la terapia.
- Establecer un plan terapéutico adaptando los objetivos y la intervención a las características de cada persona.
Desde el punto de vista psicológico, se puede trabajar el abordaje del dolor crónico poniendo en práctica la Atención Plena o Mindfulness, aprendiendo a observar la experiencia de dolor o la experiencia sensorial sin juzgarla, sin reaccionar a ella, trabajando la conciencia somatosensorial, disminuyendo la hiperalerta y promoviendo un estado de equilibrio emocional.
Rodriguez Vega, B. y Palao Tarrero, A. (2012). Atención plena (mindfulness) en el tratamiento del dolor crónico y el trauma. En M. T. Miró y V. Simón (Editores), Mindfulness en la práctica clínica (pp. 241-269). Bilbao: Desclée de Brouwer